Abraham e Isaac - 20 de agosto, 1997
Abraham e Isaac dicen que les había sido ya presentado antes de encontrarme con ellos. La razón de ello es que Abraham ya había escuchado el rumor de que yo, estando en el Mundo Espiritual cerca de Dios, andaba visitando a personajes centrales de la historia providencial. Fueron ellos los que vinieron a verme, pensando que no podían hacer venir hasta donde estaban ellos a una persona valiosa.
El rostro de Abraham se distinguía en talento y elegancia, y era bien parecido. Cuando le dije que quería ir a conocer el lugar donde reside y su situación, me dijo que todos los que están a su alrededor sirven bien a Dios siguiendo las leyes celestiales, mañana y tarde reverencian a Dios y le dedican su devoción.
"Estoy interesado en la ofrenda de Isaac", le dije, y respondiendo: "Debe estarlo", comenzó su relato. "Esencialmente un hijo era precioso para mí, y mientras lo esperaba, ofrecí mi devoción sirviendo a Dios. En la voz de Dios no había contenido que yo pudiese rechazar. Mi fe en Dios era tal que yo quería vivir con Él, dejando todo en manos de Dios y dependiendo de Él.
Cuando yo tenía 100 años me dio un hijo, ya que todos los días de mi vida le oré y me dediqué a Él. Es indescriptible lo valioso que ese hijo era para mí. Lo llamaba 'Isaac, Isaac' y estaba tan embobado con mi hijo que hasta me olvidé de hacer ofrendas a Dios, quien me había dado ese hijo, pero estaba más metido en el amor y pensamiento de Isaac que en mi fe en Dios.
A medida que crecía sanamente, se interesaba en todo lo que su padre hacía. Me obedecía mucho. Tal vez es porque lo había adquirido por medio de oración y dedicación a Dios, que cuando yo estaba indeciso en servir a Dios, él me decía: 'Padre, Dios se va a enojar; ¿cómo es que hoy falta el agua del altar? Yo se la traigo'. Así crecía con sabiduría. En eso un día Dios me llama: 'Abraham, quiero que me hagas una ofrenda; especialmente esa ofrenda puede ser muy difícil para tí; ¿aún así podrás hacerla?', me preguntó. 'Ordene, haré lo que mi Dios me pida', le respondí. '¡Abraham!, quiero que me entregues como ofrenda a Isaac, a quien más aprecias', me dijo. Pensé que le entendí mal, y volví a preguntarle: 'Dios ¿qué me dijo que le ofrende?' y me confirmó: 'Quiero que me dediques como ofrenda a tu hijo Isaac'.
Yo no podía tolerar el dolor. Día y noche eran todo oscuridad. Estuve angustiado por varios días, sumergido en mis pensamientos; entonces Isaac vino a mi lado y me preguntó con insistencia: 'Padre, ¿le preocupa algo?' Le dije: 'Isaac, hijo mío, Dios me pidió una ofrenda'. Isaac habló como si no pudiese entender: 'Padre, ¿Cómo se queda así, sin ejecutar la orden de Dios? ¡Hágala rápido!', me urgió. 'Isaac, la ofrenda no debe ser hecha aquí, sino que hay que ir a un lugar muy lejano. Dice que es muy lejos, en una alta montaña', le comenté. 'Si es tan lejos, más hay que apresurarse, vamos rápido, Padre', me urgió. No pudiendo resistir la urgencia, fui casi como arrastrado. Después de varios días llegamos a la cima de la montaña. Allí me preguntó: '¡Padre! ¿Cuál es la ofrenda?' Yo no podía decírselo.
Una vez que había apilado la leña lo llamé por su nombre y lo apreté en un abrazo. Entonces Isaac me dijo: 'Padre, Dios le pidió que le ofrendara a Isaac, ¿verdad? Yo lo sabía, lo supe al ver sus expresiones de preocupación'. Isaac, luego de decirme: 'Estoy muy agradecido de que Dios me eligió como ofrenda. Padre, ¿de qué se preocupa? Una ofrenda a Dios es algo bueno, una bendición', se recostó inmediatamente sobre la leña. Con sentimientos mezclados de temor a Dios y dolor por mi hijo, alcé mis ojos al cielo y oré: 'Padre Abba, le entrego mi ofrenda'. Con esta oración, estaba por bajar el cuchillo cuando escuché una fuerte voz que venía del Cielo.
' ¡Abraham! ¡Ahora sé que me respetas! Detén tu mano', me gritó. En ese momento Isaac, que estaba recostado, se levantó y me reprochó: '¿Porqué se detiene, sin hacer la ofrenda?' Le expliqué: '¡Isaac! Levántate y bájate de allí. Dios me dijo que no recibirá la ofrenda'. Se acercó y me gritó: '¡Padre! Si jura en falso ante Dios, ya no podré mirar su rostro'.
Isaac creyó mis palabras en el momento que Dios lo llamó: '¡Isaac!' Dios nos perdonó a padre e hijo por esta vez, por el error que yo había cometido al hacer la ofrenda anterior. En ese momento, a mi lado, Isaac bromeó: 'Parece que Dios pensó que esta ofrenda era tan joven que no tenía valor'.
Isaac es de complexión pequeña, pero se parece a su padre; es bien parecido y de corazón humilde. Es envidiable la buena relación de padre e hijo que hay entre Abraham e Isaac. La lección de Abraham ofrendando a Isaac nos enseña mucho y nos hace sentir muchas cosas.