Judas Iscariote - 20 de agosto, 1997
Judas Iscariote se escapa continuamente. Fui a visitarlo varias veces, pero en cuanto me ve, se escapa. Así un día le dejé un mensaje en un papel: "Sus errores del pasado no deben ser escondidos, sino que el apelar al perdón de todos es el camino de la expiación, para recibir el perdón de los pecados", y unos días después volví a visitarlo. Eso lo llevó a encontrarme, con la cabeza gacha de un pecador.
"¿Por qué me persigue? ¿Qué quiere hacer con encontrar a un pecador como yo?", me preguntó. Yo no le respondí de inmediato. Después de un rato continuó: "Los grandes pecadores de la historia no pueden ir ante Dios, ni encontrarse con el Señor; pienso que vivir aquí, de esta manera, es el camino de expiar los pecados. Por favor, le pido que no venga más".
Le dije: "¡Cuánto le dolerá el corazón! Sé que no le sirve de consuelo, pero vine porque pensé que tal vez visitarlo era una forma de consuelo". "Hasta ahora nunca ha habido quien quisiera visitar y consolar a un gran pecador como yo; no hay nada ni nadie que pueda consolarme, así que me gustaría que no venga más a verme", dijo.
No había manera de enseñarle ni el Principio Divino ni el Pensamiento de Unificación. El ambiente que lo rodeaba era como el de una cárcel, árido y desolado; no había casi nadie. ¿Qué lugar será este? El Infierno que imaginan las personas en la Tierra es oscuro, lleno de gente gritando y llorando, lleno de olores hediondos, pero el Infierno no es más que un lugar muy solitario. Me fui, pensando que dejaría pasar un poco de tiempo antes de volver a visitarlo, para ayudarlo a encontrar paz en su corazón.